Adán y Eva en el paraíso

By José Maria Eça de Queiróz

Adán y Eva en el paraíso - José Maria Eça de Queiróz
  • Release Date: 2021-11-11
  • Genre: Literary Fiction

Description

Adán, Padre de los Hombres, fue creado en el día 28 de octubre, a las dos de la tarde... Afírmalo así, con majestad, en sus Annales Veteris et Novis Testamenti, el muy docto y muy ilustre Usserius, obispo de Meath, arzobispo de Armagh y canciller mayor de la Sede de San Patricio.
La Tierra existía desde que se hiciera la Luz, el 23, en la mañana de todas las mañanas. ¡Mas no era ya aquella Tierra primitiva, parda y muelle, ensopada en aguas gredosas, ahogada en una niebla densa, irguiendo, aquí y allí, rígidos troncos de una sola hoja y de un solo retoño, solitaria, silenciosa, con una vida escondida, apenas sordamente revelada por las sacudidas de los bichos oscuros, gelatinosos, sin color y casi sin forma, creciendo en el fondo del lodo! ¡No! Ahora, durante los días genesíacos, 26 y 27, habíase completado, abastecido y ataviado, para acoger condignamente al Predestinado que venía. En el día 28 ya apareció perfecta, perfecta, con las alhajas y provisiones que enumera la Biblia, las hierbas verdes de espiga madura, los árboles provistos de fruto entre la flor, todos los peces nadando en los mares resplandecientes, todas las aves volando por el aire sereno, todos los animales pastando sobre las colinas lozanas, y los arroyos regando, y el fuego almacenado en el seno de la piedra, y el cristal y el ónix, y el oro de ley del país de Hevilath...
En aquellos tiempos, amigos míos, el Sol aún giraba en torno de la Tierra. Esta era moza, y hermosa y preferida de Dios. Aquel aún no se sometiera a la inmovilidad augusta que, entre enfurruñados suspiros de la Iglesia, le impuso más tarde el maestro Galileo, alargando un dedo desde el fondo de su pomar, contiguo a los muros del convento de San Mateo de Florencia; y el Sol, amorosamente, corría alrededor de la Tierra, como el novio de los Cantares que, en los lascivos días de la ilusión, sobre el otero de mirra, sin descanso y saltando más levemente que los gamos de Gaalad, circundaba la Bien Amada, la cubría con el fulgor de sus ojos, brillando de fecunda impaciencia. Desde esa alborada del día 28, según el cálculo majestático de Usserius, el Sol, nuevo, sin manchas, sin arrugas, sin faltas en su cabellera flamante, envolvió a la Tierra, durante ocho horas, en una continua e insaciable caricia de calor y de luz. Cuando a la octava hora resplandeció y huyó, una emoción confusa, hecha de miedo y hecha de gloria, pasó por toda la Creación, agitando en un temblor los prados y las frondas, erizando el pelo de las fieras, hinchando el dorso de los montes, apresurando el borbotar de los manantiales, arrancando un brillo más vivo de los pórfidos...
En esto, en una floresta muy cerrada y muy tenebrosa, cierto ser, desprendiendo lentamente la garra del retoño del árbol en donde estuviera perchado toda aquella larga mañana de largos siglos, resbaló por el tronco comido de hiedra, posó las dos patas en el suelo que el musgo afofaba, se afirmó sobre ellas con esforzada energía, quedó tieso, y alargó los brazos libres, y dio un paso fuerte, y sintió su desemejanza de la Animalidad, y concibió el deslumbrado pensamiento de que era, y verdaderamente fue. Lo había amparado Dios, y en aquel instante lo creó. Vivo, de la vida superior, descendido de la inconsciencia del árbol, Adán se encaminó hacia el Paraíso.